ENTREVISTA | No recuerdo casi nada de lo que he escrito: Mario Bellatin

19/08/2017 - 12:05 am

Entrevistar porque sí, porque no está sacando un libro nuevo (tiene muchos en preparación), hace unos meses que editó Carta sobre los ciegos para uso de los que pueden ver, una obra que la editora (Alfaguara) llamó como “una historia del poder de la literatura, hecha por un autor de culto”.

Ciudad de México, 19 de agosto (Sin Embargo).-  Dos hermanos ciegos viven internados en un centro psiquiátrico. Su comunicación es complicada: él es sordo y ella escucha parcialmente gracias a una operación. Mediante una pequeña computadora que ella lleva siempre colgada al cuello, consiguen salvar este obstáculo. Pero no es el único: la colonia es atacada frecuentemente por perros callejeros que suelen matar a sus habitantes y devorarlos.

La historia, cuenta Mario, es como una gran crónica, no fue un sueño.

“Me encanta que me hagas esa pregunta, de si fue un sueño, para yo poder decir: no me pregunten nada, yo lo soñé y eso no existe. Pero todo es real, es horrible. Es una crónica. Justo me tocó me ver esos bordes que encuentras en la realidad y que se convierta en el extremo de lo fantástico. Ya me había sucedido antes con “Perros héroes”, que la gente piensa que a mí se me ocurrió, un cuadrapléjico que entrena perros con la garganta, pero no. Hay muchos grupos en la sociedad, no grupos pro-locos, pero sí grupos pro-animal y esa gente se vuelve una plaga, se transforman en seres terribles, monstruosos. Entran al hospicio sin creer que tienen que estar ahí, pero a la larga terminan siendo más locos que los locos de verdad”, relata, sobre su libro escrito en Uruguay, un país al que ama.

“Uruguay, con Juan Carlos Onetti, con Felisberto Hernández, con Mario Levrero, con el reciente Felipe Polleri, me encanta. Polleri se ha ido de Montevideo porque le parece muy ruidosa y no tenía computadora, porque no tenía. Yo le mandaba los correos a un amigo, que regresaba al día siguiente para ver la respuesta. En Uruguay, como en el arte, no hay tiempo lineal, sino circular. ¿Qué es más moderno, Manhattan o Montevideo? ¿Dónde vives mejor, dónde encuentras lo que tú quieres buscar? De eso se aprovechó mucho José Mujica”, de modernizar lo antimoderno”, dice.

Escribir no es para Mario una actividad obligada. Escribir no era una materia familiar. Sin embargo, es la literatura que lo salva, lo pone de nuevo en la vida. Su hijo, sus perros, el sufismo, sus amigos. No mucho más.

“Sobre todo porque escribir no formaba parte de mi vida familiar. Mi familia era muy concreta, trabajo y en un país como Perú, tan racista. En Perú sólo vale piel y dinero. Si eres blanco y tienes dinero te va a ir bien, las dos cosas juntas son un horror. Lima es muy atrasada, no hay ni siquiera allí una ley de convivencia. Acaba de discutirse un poco y las lluvias del Niño salieron obispos a decir que había sido castigo de Dios por haber discutido la ley de convivencia. Es una sociedad muy cruel y pertenecí a esta familia donde jugaba o iba a la escuela. El tercer camino, que era escribir, no lo tenían contemplado. Me tuve que robar una máquina de escribir, que era de mi abuelo, en un sótano. Ya no hay nada de Perú, de mi familia y sin embargo tengo la máquina. ¡Qué susto!”.

El libro de reciente aparición. Foto: Especial

–El libro me hizo acordar a La Castañeda, el libro de Cristina Rivera Garza y por otro lado me hizo pensar por qué no hablamos nunca de la enfermedad

–No hablamos porque el enfermo es el otro, el asesino es el otro, los malos son el otro. Me encantaría encontrar a un malo para que he me hable, porque siempre que me vienen a contar mis amigos algo con lo que le hicieron daño, falta el que lo hizo, para poder preguntarle ¿por qué le hiciste eso a tal persona? En México convivimos en forma cabrona con los enfermos, con los esquizofrénicos…voy a la Cineteca, que cada vez está más fabulosa, vivir ahí es como una especie de mundo paralelo, me digo que no puede ser que eso exista en un país de corrupción, de muerte, de violencia. ¿Dónde conversan ese lugar privilegiado, con las películas de primer orden, con la violencia y la cotidianeidad de todos los días? En un plano más grande, pasa lo mismo en el mundo. Los muertos no existen.

–Uno forma parte de los locos…

–Uno forma parte y no hay instituciones donde ir. Hay que trasladar a Foucault, que habla del confinamiento oficial, pero hay un no oficial que no tiene lugar. Ese medio enfermo, medio sano, eso lo vi con un amigo, fotógrafo ciego, a él lo atacaba mucho la policía porque era medio ciego, tenía que llevar una credencial de que era totalmente ciego para que lo dejaran entrar al Metro, a los teatros, no había lugar para un medio ciego. Me hizo acordar mucho al Proyecto V(enus) (PV), una micro-sociedad autogestionada conformada por una red de grupos (colectivos artísticos, comunidades barriales, clubes de hacedores) e individuos (artistas, intelectuales, periodistas, tecnólogos, científicos, ex asambleístas, etc.) con el deseo de generar proyectos en común e intercambiar, a través de la web y la moneda propia, bienes, servicios, habilidades y conocimientos. Creaban un mercado paralelo para productos y actividades que no están contempladas dentro de la realidad concreta. Ofrecías un servicio o un bien y había algunos de ellos que me llamaron mucho la atención. “Te acompaño cuando estés enfermo”, “Te hago el caldito o la sopa cuando no puedas hacerla”, “Cuido a tu gato”, “Cuido a tu perro”. Cuando eso se oficializa, tenemos la de perder. Hay una tarifa para meterlo en una jaula, tienes que pagar 400 pesos el día y si tienes tres perros te sale más caro el perro que el viaje o matas al perro y cuando vienes te compras otro. Cuidar al perro durante una semana es más caro que el propio perro, es algo absurdo. Estas personas, las del libro, no están locas, pero terminan siendo locas.

–Eso que te dicen los mexicanos “estoy ahí para cuando me necesites”, no es cierto

–Creo que tiene que ver con las distintas evoluciones de la sociedad que evoluciona mucho en un lugar, pero en otro no. El mayor lastre en México es la familia, la familia patriarcal, que sería el único espacio donde esto que dices no ocurriría. Porque tu mamá iría, tu papá pagaría hasta el último centavo, tu esposo se haría cargo y si rompes ese esquema patriarcal, porque nos da la gana de vivir solo, de ser autosuficientes, no queremos ir a celebrar el Día de la Madre, ni la Navidad ni nada de eso, si estás bien, no necesitas a nadie. ¿Qué pasa cuando te pones mal? Al mínimo que se quiebre esa libertad social, cuando muestras un espacio de vulnerabilidad, ahí se hace más evidente. Aparece la sociedad patriarcal, que es la única capaz de organizar ese espacio.

–Hubo un momento en que lo principal era regresarse a Argentina

–Sí, son dos taras distintas. Oscilo entre Argentina y México. Ya no voy desde Macri, porque es espantoso lo que está pasando allí. Muchas veces he intentado quedarme en Argentina, tengo muchos amigos, pero ahí se reemplaza. La familia se reemplaza por las amistades. La relación que se establece con los amigos en Argentina, que es maravillosa, de pronto también tiene su lado oscuro, opuesto. Ya no te dejan en paz ni un minuto, ayer vi a Mónica, ¿por qué viste a Mónica?, ¿por qué no me avisaste? ¿y qué hiciste ahí, me odias? No, no te odio, sólo que vi a Mónica, ese “choclón” equivale a corresponsabilidad como la familia patriarcal. Creo que en México sigue siendo la familia; me ha pasado, en una relación de amor, de mucha cercanía, un día que me dice que tiene que ir a ver cómo su papá tiene que nadar, ¿cómo?, todos los domingos vamos a ver cómo mi papá nada y no era un pretexto, creo que va por allí. Son distintas velocidades. Por un lado es maravilloso que México pueda retroceder un siglo o dos en un espacio, por ejemplo si vamos a un mercado nos sentimos en el siglo XIX, pero pues al final gana en el momento vulnerable, ¿de dónde sale el ataque furibundo a la chica que dijo que no le dijeran guapa?, de ese patriarcado. Si tú no tienes armado el proyecto patriarcal, no te puedes enfermar. Los amigos mexicanos llegan hasta cierto punto. La amistad no es un valor supremo en México, en Buenos Aires sí es un valor. No hay mejor ni peor, así es y los dos tienen sus problemas y sus beneficios.

–¿Por qué tanto Uruguay?

–Dani Umpy (músico, escritor y artista visual uruguayo) me preguntaba lo mismo y yo le contesté que Uruguay se parece mucho a la realidad. Cuando llegué me condecoraron y le dije a los periodistas que Uruguay me recuerda a Austria, es el lugar que tiene más escritores geniales en menos territorio. En Uruguay, al que siempre que puedo voy, se quiebran además las leyes de convivencia. Que es un lugar que se parece mucho a la Cuba donde viví en mi juventud. Fui a estudiar cine en la escuela de García Márquez y luego me quedé durante dos años en La Habana. Yo lo que quería ver era por qué los cubanos se casan 18 veces, cómo era el trueque, esas ideas que cargamos y que consideramos eternas, en Cuba se echaban para atrás. Son construcciones que nos han impuesto. ¿Dónde están los papás en Cuba? Viven en la azotea, en el fondo, pues los padres habían sido reemplazados por el Estado. ¿Cómo en 30 años lograron cambiar todas las reglas sociales? Yo escribía en máquina de escribir y cuando alguien me buscaba decían que siguiera el sonido. Después yo tuve que hacer un espacio para que se utilizara mi máquina de escribir, para que se usaran mis zapatos, cosas de ese tipo de reconstruir un mundo cerrado construido con las propias reglas, dentro de su propia lógica. Uruguay lo tiene, Cuba lo tenía, la Cineteca, el sufismo, distintos tipos de encierro, la escritura…

Los perros, el sufismo, la escritura…Foto: Cortesía

–¿Qué es la escritura para ti?

–La escritura es ese mundo cerrado. Sobre todo porque escribir no formaba parte de mi vida familiar. Mi familia era muy concreta, trabajo y en un país como Perú, tan racista. En Perú sólo vale piel y dinero. Si eres blanco y tienes dinero te va a ir bien, las dos cosas juntas son un horror. Lima es muy atrasada, no hay ni siquiera allí una ley de convivencia. Acaba de discutirse un poco y las lluvias del Niño salieron obispos a decir que había sido castigo de Dios por haber discutido la ley de convivencia. Es una sociedad muy cruel y pertenecí a esta familia donde jugaba o iba a la escuela. El tercer camino, que era escribir, no lo tenían contemplado. Me tuve que robar una máquina de escribir, que era de mi abuelo, en un sótano. Ya no hay nada de Perú, de mi familia y sin embargo tengo la máquina. ¡Qué susto! Ahí hice el libro Retrato de Mussolini con familia. Nunca escribí a mano. Siempre escribí literatura fragmentaria e incluso los libros que pudieran no parecer fragmentarios me he encargado de que fueran una literatura más amplia, con trucos, porque eso es lo que coincide con mi forma de trabajar. Dentro del espacio de trabajo, considero una entrada y una salida y no trato de llevarme nada. Esta gente tan pesada, que es escritor las 24 horas del día, que hablan como escritor, que toman café como escritor…no, la literatura es ingresar, no sabes con lo que te vas a encontrar, ahí estoy unas tres o cuatro y después salgo, sin llevarme nada. El olvido es muy importante. No recuerdo casi nada de lo que he escrito y a veces es complicado porque hay una retórica del lector, a la que debes responder. Se siente ofendido y ya tengo algunas respuestas elaboradas, pero no tengo la más remota idea de lo que el lector me habla. Cuando recién empezaba a escribir el tema de los géneros era una tortura, hoy está un poco más liviano. Era un muro que impedía el goce estético. ¿Te gusta, te atrapa, te hace transitar por un mundo paralelo? Es que no es cuento, ni es novela…no importa. Yo hago textos. Imagínate, comparar a Jorge Luis Borges que hacía cuentos con Isabel Allende, que hace novelas…¡Qué locura!

–En el caso de los géneros, el escritor es más libre, somos los periodistas los que apuntamos mucho sobre el tema

­–Bueno, lo entiendo con los periodistas, con la Academia, pero un texto frente a un lector o a un autor no lo justifico. Lo siento válido.

–Tienes dos profesiones, la de escribir y la de enseñar…

–No, solamente escribo. No doy clases. Solamente enseñé durante un año de escritores, en el Claustro Sor Juana, di un curso de taller, de narrativas y hacer discusión, jugar mucho con la idea del feedback. Me encanta que el maestro saque algo. Lo que hice después y que está presente en el último libro, es sacar la experiencia de los talleres del FONCA, ir a lugares remotísimos, rurales y de pronto el grupo era tan disímil, que decidí que ellos fueran los que leyeran textos y yo hacer de abogado del diablo, lo que hacía era ir contra el lugar común, en Tijuana esperábamos textos sobre la migración, pues yo criticaba eso, era ir contra lo típico. Me ha pasado mucho como jurado empezar a ver la repetición, ahí es la muerte de cualquier escritura.

También estoy escribiendo un libro muy largo, con el título provisional de Orígenes, una conversación entre dos italianos, uno en Buenos Aires y el otro en México, después de 50 años. Foto: Cortesía Emilio Gordillo

–Tijuana no es sólo la migración o si es la migración es lo lateral

–Tijuana es un lugar fascinante. Antes de la violencia era genial y ahora está empezando a ser como antes. Esa biculturalidad que caracteriza a Tijuana. Heriberto Yepez, mi gran alumno, es de allá.

–¿Qué estás haciendo ahora?

–Ahora estoy reestructurando mi obra. Por primera vez en mi vida estoy trabajando con una editora, la señora Guillermina Olmedo y Vera, una especie de psicoanalista, nos reunimos tres veces por semana, con gran experiencia en revistas del corazón. Recuerdo que me instruí mucho con la revista Selecciones, del Reader Digest, con esa neutralidad con la que se escribía ahí, esa pulcritud…va a aparecer pronto la Biblioteca Bellatin, por Penguin Random House y no quiero que los libros sean iguales. Tampoco es igual el Salón de belleza que acaba de salir por Alfaguara, lo que hago con Guillermina es desbrozar un campo que está más o menos verde y leyendo línea por línea los textos. Estoy volviendo a hacer los libros por completo y tener al frente un testigo es una delicia. También estoy escribiendo un libro muy largo, con el título provisional de Orígenes, una conversación entre dos italianos, uno en Buenos Aires y el otro en México, después de 50 años. Se separaron después de la caída de Benito Mussolini y se hicieron pasar por partisanos y vinieron a América. Y además sale un texto con Liniers, Bola Negra, por Sexto Piso.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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